sábado, 5 de abril de 2008

El Silencio de Dios

¿Qué quiere decir el silencio de Dios y lo que significa en la vida de un creyente hoy?


Muchas veces nos preguntamos ¿Por qué razón Dios no nos contesta? ¿Por qué razón se queda callado Dios?

A muchos nos gustaría que Él nos respondiera según nuestra voluntad y deseos... pero, la forma de actuar de Dios es diferente. El conoce el pasado, el presente, y el futuro (Heb 13:8)

Dios nos responde aún con el silencio... Debemos estar dispuestos a escucharle y esperar en Él.

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos son mis caminos, dice el Señor. Cuanto son los cielos mas altos que la tierra, tanto están mis caminos por encima de los vuestros.” (Is 55:8-9)

“Pues Yo conozco mis designios para con vosotros, dice el Señor, designios de paz y no desgracia, de daros un porvenir y una esperanza” (Jer 29:11)
Un hombre debe comprender lo que significa el divino silencio y rendirse a los caminos del Señor y orar como el Salmista,

“Te amo Señor, mi fortaleza. El Señor es mi roca, mi fortaleza, mi libertador, mi Dios, mi roca, a quien me acojo; mi escudo, mi fuerza de salvación, mi asilo” (Sal. 18:1-2)

«Cuenta una antigua leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien cuidaba una Ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.
Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor a Cristo crucificado, impulsado por un sentimiento generoso. Se arrodillo ante la cruz y dijo:
- Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz
Y se quedo Fijo con la mirada puesta en la Efigie, como esperando la respuesta.
El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:
- Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición.
-¿Cual, Señor? - pregunto con acento suplicante Haakon. - ¿Es una condición difícil? Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!, - respondió el viejo ermitaño.
- Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardarte en silencio siempre.
Haakon contesto:
-¡Os, lo prometo, Señor! - Y se efectuó el cambio.
Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz y a su vez el Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y este por largo tiempo cumplió el compromiso al pie de la letra, a nadie dijo nada.
Pero un día, llego un comerciante rico a la ermita; después de haber orado, dejo allí olvidada su bolsa de dinero. Haakon lo vio y callo. Tampoco dijo nada cuando un campesino pobre, que vino dos horas después, encontró la bolsa de oro del comerciante y, al verla sin dueño, se apropio de ella. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postro ante el poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.
Pero en ese momento volvió a entrar el comerciante en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo:
- ¡Dame la bolsa que me has robado!
El joven sorprendido, replicó:
¡No he robado ninguna bolsa!.
No mientas, ¡devuélvemela enseguida!.
¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa!
Fue la rotunda afirmación del muchacho. El rico arremetió, furioso contra el. Sonó entonces una voz fuerte: Detente!
El rico miro hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, y gritó, defendió al joven, e increpó al rico por la falsa acusación. Este quedo anonadado, y salio de la Ermita. El joven salio también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la Ermita quedo a solas, Cristo Se dirigió a su siervo y le dijo:
- Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio.
- Señor, - dijo Haakon - ¿Como iba a permitir esa injusticia?
Se cambiaron los oficios. Jesús ocupo la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedo ante la Cruz. El Señor, siguió hablando:
- Tú no sabías que al comerciante le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El campesino, por el contrario, tenia necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para el resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabías nada. Yo si. Por eso escucho las plegarias y calló. Y el Señor nuevamente guardó silencio.» (1)
Abel B. Veiga Copo, autor de la nota “El silencio de Dios”, del Jueves 30 de agosto de 2007, escrita en el portal de la fe católica “RadioEvangelización”, escribe que «Muchas veces nos preguntamos: ¿por que razón Dios no nos contesta? ¿Por que razón se queda callado Dios ante nuestras oraciones? Muchos de nosotros quisiéramos que El nos respondiera lo que deseamos oír pero Dios no es así. Dios nos responde aun con el silencio. Debemos aprender a escucharlo. Su Divino Silencio, son palabras destinadas a convencernos de que, El sabe lo que esta haciendo. En su silencio nos dice con amor: ¡Confiad en mi, que se bien lo que debo hacer! »

Luego Copo sigue diciendo que «No es nuevo cuestionarse el silencio de Dios, todos y cada uno de los pueblos y creyentes lo han hecho en alguna ocasión. Pero al lado de la pregunta, suele haber un escenario de pobreza, de miseria, de humillación y profundo dolor, una soledad sonora. Y muy pocos, con una fe inquebrantable, son capaces de preguntarse por ese silencio, esa recriminación humana a lo que no es entendible con ojos y corazones humanos. El silencio de Dios está presente en toda teología, en todo estudio, en todo debate, en toda religión.»

Parece que a Copo este interrogante lo atormenta, pues él dice que esta pregunta «nos acompaña y acompañará hasta el final de los tiempos. La duda, el abismo, el miedo, el vacío, la oquedad de uno mismo. Y en el camino el interrogante ¿dónde está Dios?»

Y como él muchos se han hecho la misma pregunta. Casi seguramente Copo le preguntó muchas veces cosas a Dios y este en apariencia no le respondió, y la duda le quedó clavada en el corazón. Digo en apariencia, porque Dios siempre responde: Si, no, espera…

Copo termina su reflexión, diciendo primero que «La fe es un constante preguntarse, un ir y venir de afirmaciones y dudas, de preguntas que no tienen respuesta desde la razón. La fe es una llama que espera y robustece, auxilia y ayuda pero que no todos tienen ni quieren poseer. Pero fe y beatería, tan pródiga en una España y sociedad macilenta, no casan bien. » y luego haciéndose la pregunta terrible «¿Dónde está mi fe, dónde está nuestra fe? » El mismo se responde, diciendo que la fe es «un camino que sólo nosotros mismos debemos recorrer desde el interior y el conocimiento de nosotros mismos.» Es como Copo dice, «Dios no está en silencio, pero sin embargo no somos capaces de escucharle, hace mucho que le hemos arrojado de nuestras vidas, de nuestros yos, con nuestros ímpetus de supremacía y soberbia. Y tras cualquier catástrofe humanitaria, guerra, hambruna, muerte, nos preguntamos dónde está, y por qué. Incluso le culpamos, le crucificamos. Y sin embargo muchos se resignan, otros se rebelan y el hombre sigue haciendo camino, el camino de su vida, única e irrepetible, aparentemente solo, pero no lo está aunque no vea, no crea y niegue.» Que reflexión fuerte sobre el silencio de Dios, como hace sufrir al ser humano, cuantas personas hoy han abandonado su fe, pues creyeron que ya Dios no responde. Es terrible el vacío del corazón del hombre, esa terrible soledad existencia que le lleva a decir, “Dios mió, Dios mío, por que me abandonaste” [2]

El portal del diario argentino Página 12, hace una reflexión sobre Bush y su “relación con el Señor”. El autor de esta nota, en forma sarcástica, cuestiona las palabras del pte. Bush, acerca de su relación con Dios y termina esta nota, en forma irónica y sarcástica, diría yo, con un subtitulo: “el silencio de Dios”, donde José Pablo Feinmann (autor de la nota) dice que «El genio sueco Ingmar Bergman debiera estar muy contento. Se le hizo. Todas sus películas tematizaron el silencio de Dios. También Woody Allen, que solía decir: “Es cierto (como dijo Einstein): Dios no juega a los dados con el Universo. Juega a las escondidas”. Se acabó. Se acabó la tragedia del silencio de Dios. Dios, por fin, ha roto su silencio. Dios, por fin, habla. Con Bush. El resto es silencio.»[3]


En un foro de discusión temático, un usuario del foro, reflexionó acerca de esto mismo, y el se expresa diciendo que en realidad «Dios está siempre presente con nosotros… pero hay momentos cuando nos despoja de su presencia en nuestra conciencia.» El también piensa en la muerte de Jesús en la cruz, y dice que «quien no sintió un escalofrío al leer o escuchar la oración desgarradora de Jesús en la Cruz: Posiblemente también existieron momentos en nuestra vida en los que tuvimos una fuerte identificación con aquellas palabras. A veces cargadas de reproche, otras de impotencia y, aun de perplejidad.» Este usuario comenta que «muchos personajes Bíblicos vivieron esta experiencia a la que convenientemente se le denomina “desierto”, aprovechando una rica imagen bíblica. » Este comentarista, ilustra este tema con el pensamiento de San Juan de la Cruz. El comenta en este foro que este piadoso hombre de la fe católica, “avanza aun más la descripción y la llamó “la noche oscura del alma” a este tiempo de ausencias y distancias gravosas.» Luego, también se hace preguntas en voz alta y reflexionando se hace la pregunta si acaso «existe una intencionalidad divina en la distancia, en esa sensación de desamparo » El se expresa al igual que muchos, que «por momentos, desde el dolor, pensamos en una incomprensible dosis de crueldad: Dios soltándonos en una especie de “arréglate como puedas” o desde la vergüenza culposa buscamos respuestas en el proporcionado “castigo” que nuestra contumacia merece» Pero pronto la repuesta llega a su mente y recuerda «una palabra cargada de esperanza, [que] Dios proclama en el libro de Isaías. “Era como una esposa joven abandonada y afligida, pero, tu Dios te vuelve a llamar y te dice: “por un pequeño instante te abandone, pero con bondad inmensa te volveré a unir conmigo. En un arranque de ira, por un momento, me oculte de ti, pero con amor eterno te tuve compasión”. (Is 54:6,8)»

El concluye su nota reflexionando deseando que «tal vez esta imagen nos permita aproximarnos a la comprensión de la táctica divina: suelta nuestras manos esperando el paso.»
Pensemos, como el bien nos dice « ¿Que pasaría si los padres no dejarán a sus hijos en la horrible circunstancia de la soledad para caminar? ¿Podemos imaginar una vida en la que una persona a los treinta años está caminando todavía de la mano de sus progenitores?»
Es que «Dios nos despoja de la conciencia para forjar en nosotros un espíritu deseoso de su presencia y compañía. Un Dios que por su amor nos quiere adultos. En la oscura noche del alma se sufre y se gime, pero se crece.» [4]

« ¿Cual es nuestra actitud cuando al intentar una y mil veces la oración sentimos vacío y soledad? ¿Nos empecinamos como un bebé y apoyamos la posadera en el suelo esperando las manos que nos rescaten de tanto naufragio? ¿O buscamos caminar, a tientas, sin apoyo hacia los brazos que al final del camino nos esperan? » [5]

«Al comienzo Dios decía al alma: "Habla poco a las criaturas y mucho conmigo”. Aquí le dice. "No me hables más”. El silencio con Dios es adherirse a Dios, presentarse y exponerse ante Dios, ofrecerse a El, aniquilarse ante El, adorarlo, amarlo, escucharlo, oírlo, descansar en El. Es el silencio de la eternidad; es la unión del alma con Dios.» [6]

«Quién sabe si, como dijo Joseph Ratzinger en Polonia, Dios permaneció en silencio cuando los nazis asesinaban a millones de eslavos, judíos, comunistas, socialistas, liberales, homosexuales y gitanos, entre otros. Sus designios, ya se sabe, son inescrutables: tal vez El Altísimo quería poner en evidencia los límites de la maldad humana o la inexistencia de ellos, o acaso se expresó, pero lo hizo por las bocas de los cañones soviéticos e ingleses y por el trabajo de los grupos de la resistencia antifascista, o puede ser que anduviera arreglando asuntos más importantes, que los nazis lo pillaran distraído, que no haya estado on line en ese momento, o nunca. A fin de cuentas, Su condición es un misterio inmarcesible hasta para quienes la pregonan, empezando por el que este domingo abrió la boca en el centro de exterminio. Podría ser también que las diversas caras de Dios -la inescrutable del Jehová de los hebreos, el severo e implacable rostro del Señor de los protestantes, el Dios Padre bonachón e indulgente de los católicos- no se hubieran puesto de acuerdo sobre cómo reaccionar ante la carnicería. Más difícil es entender cómo Dios puede guardar silencio cuando su presunto delegado abre la boca. Pero Sus actos son inescrutables.»[7]

El escritor José María Espinàs se hace eco de las palabras que el papa Benedicto XVI pronunció durante la visita que hizo al campo de exterminio nazi de Auschwitz, al referirse al “silencio de Dios”.

En el portal del diario siglo xxi, Octavi Pereña, escribe en la columna un momento de reflexión, acerca de “El silencio de Dios”, y comenta acerca de las palabras de este escritor español.
Espinás, al igual que otros que han reflexionado acerca de las palabras del papa Ratzinger. También Copo, de quien comenté acerca de su nota algunos párrafos mas atrás, al igual que Espinás, habla acerca de la pregunta que se hizo el papa: «Dónde estaba Dios se preguntó no hace mucho el papa Ratzinger al traspasar las verjas de Auschwitz»
Juan Hernández, en una artículo publicado en “El Comercio”, un diario digital de Asturias, España, comenta que «visitaba Ratzinger los fríos barracones del campo de concentración de Auschwitz, y mientras paseaba estremecido por entre un aleteo de almas judías exterminadas por la barbarie racista, se preguntaba por dónde estaba Dios cuando esto estaba pasando.» Y que Ratzinger dijo «Si por ventura vieres a aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero. Y que conteste a las llamadas.» (8)
Espinás dice que «tratar el problema de la maldad en su relación con el Dios de los cristianos siempre levanta ampollas» Espinás se pregunta «¿Por qué se le acusa [a Dios] de la malicie existente?»[9]

Y al igual que él, muchos de nosotros opinamos lo mismo, y nos llama la atención la actitud de la sociedad actual, «una sociedad que está muy satisfecha de su libertad [pero que culpa] a Dios de pasividad cuando no interviene para arreglar unos males provocados por nosotros mismos, haciendo uso de la libertad de la que estamos tan satisfechos.» [10]

Octavi Pereña, dice que «el “silencio de Dios” del que se hace eco Espinàs, aun cuando no se lo crea tiene un propósito. Expresa la paciencia de Dios.» De que manera es esto, uno se pregunta. Pues aquí nos relata la respuesta que Espinás dio: «En el ámbito cristiano del siglo I se creía que era inminente el regreso glorioso de Cristo que pondría fin al mundo actual. Viendo que el acontecimiento tan esperado no se producía, se introdujo el desaliento en las iglesias cristianas. El apóstol Pedro con el propósito de reintroducir la confianza en los creyentes les recuerda lo que había anunciado Jesús, que “el día del Señor vendrá como un ladrón de noche”. No os lo creáis. La tardanza en el cumplimiento de la promesa no quiere decir que no se realizará. No. Es la manifestación de que el Señor “es paciente con nosotros porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se arrepientan”. Pasaron unos 100 años desde el momento que Dios anunció a Noé el Diluvio Universal. Durante este tiempo Noé y sus hijos se dedicaron a construir el arca que les daría cobijo durante el cataclismo. Tal vez, sus conciudadanos los tildaban de locos porque construían una nave en tierra firme. Por el otro lado no se había tenido la experiencia de un gran temporal. A pesar de ello, no abandonaron la construcción de la embarcación por fe. Llegado el momento oyen la voz de Dios que les dice que se embarquen.. El cataclismo se produce. Noé y su familia se salvaron de la inundación universal. La gente que se quedaron fuera del arca, perecieron. En este caso, la paciencia de Dios duró un siglo. Sólo ocho personas se salvaron. Por lo que hace a la promesa de destrucción total de la Tierra anunciada por Cristo ya han pasado dos milenios. Son muy pocos quienes hacen caso del anuncio. La mayoría prefiere vivir guiados por su naturaleza caída y disfrutar de la vida que es muy corta. ¿Por qué culpan a Dios del mal del que son responsables? No. No existe tal cosa como el “silencio de Dios”. Desde un buen principio Dios no ha dejado de hablar. En un principio de viva voz con algunos hombres. Más tarde por medio de sus profetas Ahora hace dos mil años por medio de su Hijo. Finalmente utilizando a los apóstoles. Hoy nos sigue hablando por medio de los escritos proféticos y apostólicos que se hallan unidos en un libro que llamamos Biblia. Dios no cesa de hablar. Para no variar el hombre sigue menospreciando a Dios y culpándoles de las consecuencias de su desobediencia. ¿No sería más sensato dejar de dar la espalda a un Dios que todo el día tiene los brazos extendidos esperando recibir a quienes andan extraviados como ovejas que no tienen pastor?» (9)

«Ingmar Bergman, el pensador solitario de la isla de Faro, sabe ya la respuesta al interrogante que asoló su vida entera, la personal y la artística, pero no nos lo puede contar. Para sus admiradores sigue vigente el verso de Rubén, colgado siempre en las imágenes bergmanianas: «No saber adónde vamos, ni de dónde venimos». (10)


Pero nosotros si sabemos donde vamos y de donde venimos, ya que nuestra fe esta en un Dios vivo, y en su hijo Jesucristo, ”Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn 1.12 RVR 1960)

Y aunque por un instante él no nos hable y haga silencio, bien haríamos si tomamos el ejemplo de Job, quien se humilló ante Dios y no se quejó cuando perdió todo: “Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó; bendito sea el nombre del SEÑOR. En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios.” (Job 1:20-22 LBLA) “Satanás salió de la presencia del SEÑOR, e hirió a Job con llagas malignas desde la planta del pie hasta la coronilla. Y Job tomó un tiesto para rascarse mientras estaba sentado entre las cenizas. Entonces su mujer le dijo: ¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete. Pero él le dijo: Como habla cualquier mujer necia, has hablado. ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal? En todo esto Job no pecó con sus labios. Cuando tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita y Zofar naamatita, oyeron de todo este mal que había venido sobre él, vinieron cada uno de su lugar, pues se habían puesto de acuerdo para ir juntos a condolerse de él y a consolarlo. Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no lo reconocieron, levantaron sus voces y lloraron. Cada uno de ellos rasgó su manto y esparcieron polvo hacia el cielo sobre sus cabezas. Entonces se sentaron en el suelo con él por siete días y siete noches sin que nadie le dijera una palabra, porque veían que su dolor era muy grande.” (Job 2:7-13 LBLA) “Mirad que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo, y misericordioso.” (Stgo 5:11 LBLA)

Como dijo Pablo, “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí” (Gál 1:15 RVR 1960)
Yo no creo, como algunos dicen “que Dios sea como la Policía, nunca está cuando, y donde, se le necesita.”, ese no es nuestro Dios

Porque nuestro Dios esta cercano, a las puertas del corazón del hombre, dice Juan en Apocalipsis (“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”), y en Romanos dice” Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” (Ro.10:8-9)

Lo que creemos acerca de Él es lo que determina nuestro destino eterno.

También Jesús enseñó la parábola del juez injusto y la necesidad de perseverar y seguir insistiendo aunque en apariencia Dios no este escuchando o haciendo justicia a nuestra necesidad: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? “(Luc 18:1-8 RVR 1960)

Y el prometió “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mat. 6: 33) Lo que creemos acerca del reino de Dios determina la dirección en la vida, porque Jesús bien dijo “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Jn 14:6 RVR 1960)

“Estoy seguro de que los sufrimientos por los que ahora pasamos no son nada, si los comparamos con la gloriosa vida que Dios nos dará junto a él. El mundo entero espera impaciente que Dios muestre a todos que nosotros somos sus hijos. Pues todo el mundo está confundido, y no por su culpa, sino porque Dios así lo decidió. Pero al mundo le queda todavía la esperanza de ser liberado de su destrucción. Tiene la esperanza de compartir la maravillosa libertad de los hijos de Dios. Nosotros sabemos que este mundo se queja y sufre de dolor, como cuando una mujer embarazada está a punto de dar a luz. Y no sólo sufre el mundo, sino que también sufrimos nosotros, los que tenemos al Espíritu Santo como anticipo de todo lo que Dios nos dará después. Mientras esperamos que Dios nos adopte definitivamente como sus hijos, y nos libere del todo, sufrimos en silencio. Dios nos salvó porque tenemos la confianza de que así sucederá. Pero esperar lo que ya se está viendo no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando algo que ya tiene? Sin embargo, si esperamos recibir algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con paciencia. Del mismo modo, y puesto que nuestra confianza en Dios es débil, el Espíritu Santo nos ayuda. Porque no sabemos cómo debemos orar a Dios, pero el Espíritu mismo ruega por nosotros, y lo hace de modo tan especial que no hay palabras para expresarlo. Y Dios, que conoce todos nuestros pensamientos, sabe lo que el Espíritu Santo quiere decir. Porque el Espíritu ruega a Dios por su pueblo especial, y sus ruegos van de acuerdo con lo que Dios quiere. Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que le aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan. Desde el principio, Dios ya sabía a quiénes iba a elegir, y ya había decidido que fueran semejantes a su Hijo, para que este sea el Hijo mayor. A los que él ya había elegido, los llamó; y a los que llamó también los aceptó; y a los que aceptó les dio un lugar de honor. Sólo nos queda decir que si Dios está de nuestra parte, nadie podrá ponerse en contra nuestra. Dios no nos negó ni siquiera a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, así que también nos dará junto con él todas las cosas.

¿Quién puede acusar de algo malo a los que Dios ha elegido? ¡Si Dios mismo los ha declarado inocentes! ¿Puede alguien castigarlos? ¡De ninguna manera, pues Jesucristo murió por ellos! Es más, Jesucristo resucitó, y ahora está a la derecha de Dios, rogando por nosotros. ¿Quién podrá separarnos del amor de Jesucristo? Nada ni nadie. Ni los problemas, ni los sufrimientos, ni las dificultades. Tampoco podrán hacerlo el hambre ni el frío, ni los peligros ni la muerte.

Como dice la Biblia: "Por ti nos enfrentamos a la muerte todo el día. Somos como las ovejas que se llevan al matadero".En medio de todos nuestros problemas, estamos seguros de que Jesucristo, quien nos amó, nos dará la victoria total. Yo estoy seguro de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la vida, ni la muerte, ni los ángeles, ni los espíritus, ni lo presente, ni lo futuro, ni los poderes del cielo, ni los del infierno, ni nada de lo creado por Dios. ¡Nada, absolutamente nada, podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado por medio de nuestro Señor Jesucristo!” (Ro. 8:18-39 BLS)

Nuestra esperanza no está en volver a nacer, en que nuestra alma reaparezca en otro cuerpo que no es el propio, como se nos trata de convencer con el mito de la re-encarnación.
Sabemos por la Sagrada Escritura que esto no es posible, pues dice San Pablo: “los hombres mueren una sola vez y después viene para ellos el juicio” (Heb. 9:27).
“Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales.” (I Cor. 15:19 NVI)

“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.” (Ro. 6:3-5 NVI)

“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.” (Heb. 11:13-16 NVI)

"Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas" ( I Pe. 1:3-9 RVR 1960)

Así comienza San Pedro su primera epístola. Es el grito jubiloso y optimista de quien está firme en la fe de Cristo.

San Pablo, para designar a los que no conocen a Cristo, emplea la expresión: "Ahora, hermanos, quiero hablaros acerca de los que ya han muerto, para que no os entristezcáis como los otros, los que no tienen esperanza." (I Tes. 4:13). El mundo incrédulo, dice en otro lugar, se caracteriza por vivir sin Dios, sin Cristo, sin esperanza, ("Recordad que vuestra vida se desarrollaba entonces sin Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa; y por eso andabais perdidos en un mundo falto de esperanza y de Dios.” Ef. 2:12 CST).

San Ignacio de Antioquía, cuando iba camino del martirio, rebosaba optimismo en sus cartas hablando de "nuestra esperanza", "nuestra común esperanza", referida a Jesucristo. Era la respuesta de la fe a la angustia de aquel mundo sin esperanza por no tener a Cristo. (11)

"La fe -dice San Pablo- La fe es la certidumbre de lo que se espera, la convicción de alcanzar lo que no se ve." (Heb. 11:1 CST). La fe es, pues, raíz y madre de la esperanza. El mensaje de Cristo es un mensaje de esperanza, que abre ante nuestras miserias e inquietudes un espléndido panorama de amor y misericordia del Señor, que nos quiere como hijos y nos ha dado a su Hijo, para que por El seamos salvos para siempre: "juntamente con las cuales nos ha concedido sus más preciosas y grandes promesas, mediante las cuales, habiendo huido vosotros de la corrupción que en este mundo causan los malos deseos, sois hechos partícipes de la naturaleza divina." (II Pe. 1:4 CST).

Esa fe en la palabra divina, y la esperanza de que Dios cumple sus promesas, es la gran fuerza propulsora de la vida del cristiano, y por ella agradamos a Dios. Es cierto que muchas veces zozobramos ante las tribulaciones y desalientos que el Señor permite para probar nuestra esperanza; pero hemos de tener siempre presentes las palabras de Jesús: " El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras nunca pasarán" (Mat. 24:35 CST).

La esperanza cristiana es un ejercicio de paciencia y de fe. De paciencia, que soporta dilaciones y pruebas: "Si esperamos lo que no vemos, en paciencia esperamos (Romanos, 8, 25). De fe, ya que esta larga espera es una profesión constante de fe "porque es fiel el que la ha prometido" (Hch. 10-23).

Fe, paciencia y optimismo. "Ante todo esto, ¿qué podríamos decir? Si Dios está con nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? Si él no vaciló en entregar a su Hijo en favor nuestro, ¿no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién se atreverá a acusar a los que hemos sido escogidos por Dios, si él ya nos ha perdonado y nos ha declarado justos? ¿Quién podrá condenarnos? ¿Acaso Cristo, que dio su vida por nosotros, y resucitó por nosotros, y está en el cielo, en el lugar de honor, intercediendo incesantemente en nuestro favor junto a Dios Padre?" (Ro. 8:31-34 CST).

“Acerca de esto quiero hacer constar mi absoluta convicción de que nuestros sufrimientos actuales no pueden compararse con la gloria de la vida eterna que Dios nos dará." (Ro. 8:18 CST).

Creo que la palabra de Dios es bien clara. Y los argumentos que he examinado alcanzan para comprender la problemática del hombre de hoy y el silencio de Dios.

Notas:

(1) http://www.mensajespositivos.net/espiritual/el-silencio-de-Dios.html
(2) El silencio de Dios, Por Abel B.Veiga Copo, jueves 30 de agosto de 2007 http://www.radioevangelizacion.org/spip.php?article955
(3) http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/index-2005-10-09.html
(4) http://agenciajai.mforos.com/418065/6716557-el-silencio-de-dios/
(5) http://agenciajai.mforos.com/418065/6716557-el-silencio-de-dios/
(6) http://www.statveritas.com.ar/Espiritualidad/Los%20Doce%20Grados.htm
(7) http://www.aporrea.org/internacionales/a22304.html
(8) http://www.elcomerciodigital.com/gijon/20070911/gijon/silencio-dios-20070911.html
(9) http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/18919
(10) Diario digital de españa, “El Mundo”, Viernes, 3 de agosto de 2007. Año: XVIII. Número: 6438, articulo publicado ¿No será la muerte el silencio de Dios?
http://www.elmundo.es/papel/2007/08/03/opinion/2167497.html
(11) Web católico, artículo titulado “Las Virtudes teologales - La Esperanza” http://groups.msn.com/CRISTIANOSCATOLICOS/lasvirtudesteologalesesperanza.msnw

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